viernes, 12 de febrero de 2016

El septyimo cielo en los ojos n°49 Edición especial Alfredo Perez Alencart


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UN GRAN ABRAZO PARA TODOS
En esta oportunidad podran encontrar un homenaje al gran Alfredo Perez Alencart (Peru-España) excelente poeta,ensayista y muchisimas cosas mas con una obra  exquisita ,profunda ,lucida ,
reconocido en el mundo  para disfrutarlo y compartir ,desde su obra  ,su voz y su pensamiento  .Aquí encontraran una selección de parte de su obra ya que es muy prolifica ,quienes deseen leer su obra pueden conseguir sus libros o ponerse en contacto en http://www.crearensalamanca.com/

El gran Alfredo Perez Alencart

Poeta y ensayista peruano-español nacido en Puerto Maldonado (1962). Desde 1987 es profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca. Entre 1992 y 1998 fue secretario de la Cátedra de Poética “Fray Luis de León” de la Universidad Pontificia y desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, del Ayuntamiento de Salamanca. Actualmente es columnista de los periódicos El Norte de Castilla y La Razón (Edición de Castilla y León), además de colaborador del diario digital Salamanca al Día RTV. Tiene una quincena de poemarios editados, siendo los últimos: Prontuario de Infinito (2012), Memorial de Tierraverde (Lima, Lancom, 2014), El sol de los ciegos (Quito, El Ángel Editor, 2014) y Los éxodos, los exilios (Lima, Fondo Editorial de la universidad de San Martín de Porres, 2014). También las antologías Oídme, mis Hermanos (2009), Antología Búlgara (2013) o Monarquía del Asombro (Lancom, 2013). Su poesía ha sido traducida a 20 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (Venezuela, 2009) y el Premio “Jorge Guillén” de Poesía (España, 2012), entre otros. Está casado con Jacqueline Alencar y tienen un hijo, José Alfredo. 

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jueves, 11 de febrero de 2016

Alfredo Pérez Alencart © LOS ÉXODOS, LOS EXILIOS



 Carátula: Pintura de Miguel Elías

 LOS ÉXODOS, LOS EXILIOS
(Libro primero)

(1994 - 2014)

(Poema inicial)
EL VIAJE

Sé que en este viaje llevas el corazón hecho pedazos
y sé que vas diciendo
que ningún obstáculo te impedirá llegar a tu destino.
Un rayo ardiendo en la noche
para sacar brillo al faro de tu necesidad. Yo sé
que ahora dudas del inmenso ojo de la vida,
¡así, con tu puño lleno de hojas secas!, ¡así, con una rama
haciéndose ceniza!, ¡así, blasfemando hasta que
se te calienta el cráneo!
El pecho jadeante de la espera, lejos de varitas mágicas,
cerca del sudor fronterizo con signos de impiedad.
Gritas: “¡Abridme, aunque no tengáis
simpatías por mi llanto!”.
Sé que estás saliendo con una linterna sin bombilla
y sé que no te laceran las amonestaciones,
los vehementes reparos, el polvo que acumulas en tu
rostro. ¡Cuánto
padecer por lejanías! ¡Y qué del desgarro
por ir tras endebles o apetecibles trofeos!
Como un hombre enceguecido
esperas múltiples crucifixiones: allí, allí, allí…
Y gritas: “¡Dejadme un abrevadero donde mis labios
sacien su sed!”.
Sé que en este viaje llevas el corazón hecho pedazos

I
¡Cuidado!, ¡no te confundas!
Tener una casa no significa tener una patria.
Una casa, y luego nada,
o la ruda necesidad de partir pegado a tu sombra,
trocado en ruinas todo cuanto tenías,
errante por suelos sin color, por campos resecos
redoblándote la agonía.
Tormenta y más tormenta en el otro existir
al que eres lanzado, cerca
de ningún lado de lo tuyo, roto el cordón umbilical
por un inesperado amanecer:
exhausto,
desfalleciente cuando tus pies pasan puentes
y luego no hay reclinatorios
donde sollozar a cuentagotas o soltar vagidos de niño
u hombre enternecido.
No preguntes qué es la patria, porque sagradas
son la respuestas y pocos saben lo suficiente
de ese tembloroso suelo que muchos tamborilean
de fiesta en fiesta.
Tocarán a tu puerta, y será la señal
y no habrá ocasión para elegir.
Una casa, y luego nada, aunque invoques dos veces
con labios limpios
y alces tu lámpara con mansedumbre.
Irás a patria ajena
y callarás,
y aprenderás
como huérfano sin heredad.

II
Alguien radiografía el hospital de tu corazón.
El dolor te hace añicos
aunque por las calles todo sea jolgorio, aunque la llave
solar de tu memoria filtre el milagro de un amor
que ayuda a sobrellevar los contratiempos.
Aprovechando que nadie responde a tu esperanza,
dices: “¡Oh desentendimiento del mundo!”.
Así, hasta callar del todo, mientras tu corazón bombea
contraseñas para que el volcán no erupcione
todavía.
Migraste con las mensualidades agujereadas.
Migraste olvidando fantasmas.
Migraste a América en un barco lentísimo.
Migraste a Europa por la reciprocidad intacta.
Migraste sin contar los años.
Migraste porque el cántaro no tenía agua.
Migraste hasta sudar el perfume de tus sueños.
Migraste para pisar la nieve.
Migraste adonde pudiste.
Migraste sin otra alternativa,
rápido en la polvareda, entumecido en la pupila del mar,
desesperado en los puestos de frontera.
Eres tejedor
de horizontes que muchas veces se deshinchan
después de nada,
después de nunca poseer pulseras de oro
que conmemorasen tus anhelos, parecidas al bumerang
demostrador que mereció la pena.
¡Encalma los empeños de tus largos días!

III
La bocina nocturna
es preludio de prolongados silenciamientos. “¡Soplad
hacia otro lado la pestilencia de vuestras almas!
¡Lavad el corazón en público, saliendo por las puertas
de la Ciudad, partiendo hacia ultramar
o a la encrucijada del desierto!”.
Quien habla no es la viuda ni el huérfano; tampoco
el forastero que fue buscando pan de pasas
tras los muros. Es la voz del capitán de la guardia,
desatando su furia en los suburbios, amplificando
sus blasfemias mientras cuida que nadie ensucie
la pared de las mansiones…
Grita el capitán:
“¡Que os nieve y os caigan piedras negras!
¡Que tengáis fiebre por el camino interminable!
¡Que vuestra impertinencia os conduzca al cementerio
de los huesos blanqueados!”.
Tambores rotos para acompañar el repliegue
del viejo hogar, la andadura que desportilla lo presente,
pisando zarzas por extensos parajes,
avanzando entre murmullos.
Así contestan los expulsados:
“¡Somos gente sin culpas!
¡Somos cosechadores de trigo salvaje!
¡Somos muchedumbre semejante a la soledad!
¡Ah, qué bueno es el maná
que sacia nuestra hambre extranjera!”.

XI
El desesperado sale sin tarjeta de visita,
apalabrando con amigos
cierta protección ante las ferocidades.
Muchos se fueron así,
obligados a creer en el milagro.
¡Cuánto dolor si exhumamos cicatrices!
Saber, saber de lo que llora detrás
de la última verja, solo con su vida entre los dientes,
solo con el viento triste,
sin confundir el hambre con el otro morir,
preguntando sin saber qué decir,
diciéndose si volvería a repetir tal locura.
Canta allá abajo: “¡Dadme el tiempo ido
frente a las orquídeas!”.
Canta allá arriba: “¡Dadme el tiempo ido
frente a los fiordos!”.
Y ya no hay cómo apretarse a la tierra primera
ni cómo regresar a fondo
deslizándose por la pupila-tobogán
que a medias dinamita vetustos calendarios.
Pero tiene lo que no tenía: algo de sustento
y el cometa de oro del amor.
¡No tricéis la convicción del que se aventura!


XVI
Aquí estas con tu larga bandera.
¡Los aeropuertos, nada! El mar no envejece
y los bosques renacen en tus venas. ¿No ves
que te duran los ríos? ¿No ves que aquí resucita
tu nacimiento?
Aquí estás porque quisiste conocer el origen
que completa tu costado. ¡Ciérrate
los ojos si tu corazón no acepta la averiguación
de tu heredad!
Aquí vives tu empresa fértil,
despacio, con magnitud queriente, a ras del cielo
de una ciudad extranjera, como un regalo
resbalado hacia tus precariedades.
¡Quedarse con unas gotas de rocío en las manos!
¡Se oyen mil gritos y el tuyo!
¡Se sienten mil arañazos y el tuyo!
¿No ves cómo quieres aun en tierra distinta?
Te quedas porque no es de humo la espera
y hay una cruz inmensa para tu débil fe.
Te quedas aunque el esplendor esté huyendo.
Te quedas aunque lancen palabras enconadas.
Aquí creció tu carne hecha palabra
y aquí te quedas
sin pasos ensombrecidos.
Aquí estás con tu larga bandera

XIX
Tus orígenes; los suyos…
Ellos lamentándose en la diáspora…
Tristeza sobre tristeza por muchos días
con un ojo en el destino y otro en los guardianes,
huyendo de cosas vanas, entregando sus posesiones
para caminar ligeros por la tierra.
¿Todavía no habéis visto a los que salieron?
¿Acaso los retrasó una gran nevada?
Sus orígenes; los tuyos… bifurcaciones
en la dispersión, palpando muros como ciegos,
sin defensor que les ampare,
resbalándonos en la desesperanza.
¿Es que ni espada ni látigo impide vuestra marcha?
Primero es la necesidad; luego la ley y el consejo;
luego el examen de perfección entre los dedos
de lo eterno poniendo a prueba.
¡Dadme nuevas de los que salieron

(Poema final)
¿CUÁNDO TERMINA EL VIAJE?
Recuerdas
los días antiguos
y tu vida
se llena de futuro.
Preguntas:
“¿cuándo termina
el viaje?, ¿cuándo
se debe volver
al grueso suelo
de la patria?”.
No hay respuesta, pero regresas.
Regresas al lugar de tu partida
para contar las rutas de un viaje
donde el destierro gastó tu rostro
mas no pudo prensarte el corazón.
Algún ojo amable te recuerda
y abre las puertas de su morada
para que reacomodes la nostalgia
mientras seca lágrimas tu sombra.
Y dices:
“El hombre es de su tierra primera”.
Al oírte, alguien clama:
“¡Oh Mundo
que expulsas
y atraes
a tus huéspedes
indefensos!”.


Y yo digo, por todos:
“No exista desmemoria
de los viajes
que fueron éxodos
y exilios”.
¡Oh cruz y la misericordia del espíritu!
¡Oh errancias de impulsos vertiginosos!
En las tinieblas de toda frontera
se dilatan ansiedades, se cristalizan silencios.
Tú, que volviste, ya no callas.
Por eso adviertes:
“Podrá cantar
la muerte, pero al borde
de esta frontera
yo tendré encendida
una luz”.
Demoler los muros para que el hombre eche a andar
o resignificar la palabra “Bienvenido”.
Estos viajes son de ferviente prisa:
saben
donde instalarse
aunque su billete de vuelta no tenga garantías.
¿Sangrar con el llamado?
¿Reintegrarse al origen?
De verdad,¿cuándo es que se termina el viaje?
“Cuando
no se alargan
los sueños,
pues”.


EXTRANJERO
EN TODAS PARTES
(Libro segundo)

LAS LÍNEAS DE LA INMIGRACIÓN
El mapa del mundo
que tienes en tus manos
parece decir:
Hay alternativas;
éste no es el fin.
Pero ¿adónde ir
bajo los crepúsculos?,
¿cuántas mañanas
quemará el viaje?
Sin cesar el hombre
emprende travesías.
¿Cuál será el sitio
de la seguridad?
Todo paso es una gesta
sobre el hilo de la ilusión


HIJOS DE ADÁN
Implacables fronteras
para estos negros
hijos de Adán
(piden cobijo: no hay)
Los custodios desoyen
(cumplen, solamente)
Ellos arrancaron
sus raíces, allá lejos
(no tenían manzanas
que comer)
pero de nuevo son
expulsados
(esta vez sin culpas


VUELTA A CASA
Un perro olfateó
mi ropa de forastero
tras largo viaje.
No es visión pasada.
Ayer llegué
a la entrada del pueblo,
pero el perro
no me deja pasar,
aunque
le muestre ternura
o la foto del abuelo
que era de aquí.
Hundo las manos
en esta tierra
y luego me embosco
entre las ramas
del recuerdo.


ESTACIÓN EUROPA
Hay días sin hogar
ni nada propio,
salvo una desvencijada
maleta.
Ha de doler
la repetida vestidura
de emigrante,
de español
entre hambrunas
o contiendas.
Allá querrá hacerlo
todo,
hasta poner sus oídos
al mandato
de otra lengua.

ALZADO DEL CAYUCO
En mi escondedero
vendaré tus heridas
hasta devolverte
algo de alegría.
Me apresuro a ello:
después hablaremos.


TIBETANOS EN LA INDIA
Asaltaron nuestra tierra
quienes se deleitan
con la fuerza,
cerrándonos la boca.
Sus orejas
no oyen los gritos;
nuestras emociones
saltan y están ahí.
Nos empujaron lejos
de las montañas
y ya no nos corre
ese aire
por ninguna parte


RECADO
El mar
está patrullado
y los faros
no alumbran,
amigo Ulises.
Espera
entre la bruma.
Heredad
del hombre
es la esperanza.



(Poema final)
EN SUMA
Con los pies sobre el polvo
que cubre la osamenta
de los ancestros.
Con las llaves antiguas,
con varios acentos
acumulados dentro del tiempo,
con las manos recogiendo
espejos rotos.
Así, con maletas trajinadas,
acostumbrado a astillar
recuerdos, a resistir,
a no anclarte en un único
territorio.
Así ocupas los dominios
que platean tu sangre
y te hacen súbdito
de esta tierra.


BRÚJULAS
PARA OTRA TIERRA
(Libro tercero)

DESCUBRIMIENTO DE ESPAÑA
Bajo nieblas crecientes,
el visionado perfil de la añorada España.
Sólo una vigilia inimitable traspasa mis instantes
y apura su emoción sin darse cuenta,
apuntalando los halos del alma,
tiernamente,
como una realidad que libera ebriedades
mientras deja pasar los controles
al huésped perdidamente enmudecido.
Me conmueve pisar un suelo donde no nací
pero cuya pertenencia reivindico
por la rotunda emigración de los ancestros.
Este doce de octubre en que piso su suelo
me siento menos náufrago
y más descubridor de la vena del origen.
Descubro España con navegaciones de la sangre
o vuelos que iluminan infortunios del pasado.
Toco a su puerta con la brújula del verbo,
dispuesto a abolir intermitencias,
a madurar bajo su órbita y amalgamarme
a la patria que pretendo recuperar.
Pero, ¿de que patria estoy hablando, si mi patria
va cayendo en el lagrimeo que baña mi rostro?
Puedo escuchar la dialéctica de las dos patrias,
ver la revelación de un viejo firmamento
junto a la orfandad del mundo aquel
donde infancia y juventud se alimentaron.
Rondan evocaciones y voces de los míos.
Pero piso el suelo de España y coloco un hito
como talismán para revivir subsistencias
de múltiples travesías.
La descubro susurrándome sortilegios inaudibles,
con las manos abiertas
y el alma despierta, traslúcida de bondad
ante el ritual del nieto pródigo
que vuelve a casa con su sangre mestiza
y el corazón a punto de fuga
por sus dos patrias.


EL NORDESTINO
¿Qué viento ha traído a don Pedro de Alencar
desde el nordeste de Brasil? ¿Qué aventuras,
qué esperanzas, qué ajados litigios
hicieron perder su cielo a este buen hombre
que cortésmente sirve café a los parroquianos?
¡Si lo supiese Sinhá!
¡Si lo supiese Querubina!
¡Si lo supiesen Elena o Mariosa!
Desde la madurez de los años
parece esperar lo inevitable,
traspasado por lluvias
y sucesos.
Trae a la mesa un cafezinho
y me presenta a su niñita Carmen Rosa.
¡Qué misterioso es este encuentro,
pues todavía no he nacido del vientre de su hija
ni pude conocerle en esta vida!
Todo el amor que florece desde mis anhelos
está clavado en neuronas
de imborrable sementera.
No lo busco en otro firmamento
que no sea en la cafetería
donde nunca jugué al dominó
ni alcancé a darle un largo abrazo.


EL INMIGRANTE JAPONÉS
En ocasiones convertía el maíz tierno
en fresca chicha blanca.
Algunos piensan que se ha marchado
pero ahí están sus palmeras,
creciendo sobre él,
festejando sueños.
¿Por qué como olvidando esfuerzos
ya no se visita la casa de don Panchito
Fukumoto?
Ahora su sonrisa me saluda
desde la ventana.
Ahora le pregunto: “Don Panchito,
¿cuándo se termina el viaje?,
¿cuándo se debe volver
al grueso suelo de la patria?”.
Entonces la nostalgia sale de sus ojos
y se viste con el brillo de la luna
y la dignidad de su Japón adentro.
(Puerto Maldonado)


EMIGRANTES EN JAPÓN
Yo desconfío de esta ordenación del mundo,
de lo que emerge insoluble, del inflado
valor concedido a las promesas.
Pero la juventud responde a la quimera
y al desasosiego de no tener el pan de hoy
ni el de mañana.
Hay tormento cuando se pone tierra por medio,
cuando dejas de vivir en tu suelo,
cuando un día no contemplas la familia
ni al trasluz.
Sé que no he perdido a ninguno de los míos
que allí se fueron.
Sé que Japón les dio trabajo, morada
y costumbres poco conocidas.
Sé que en ese meridiano siguen poniendo el dedo
sobre el mapa de su selva.
Sé que sobrellevan el trastierro
con infatigable lucidez.
Sé que olisquean aromas de tamales en sus sueños.
Yo desconfío de esta ordenación del mundo,
pero guardo inmensa gratitud
al pueblo de aquellas tierras.
(Peruanos allí)

EL EXILIADO JAIME FERNÁNDEZ
BEBÍA MASATO EN LA AMAZONÍA
Hablaba de sidra y de lagares,
de cuando vivía por Asturias.
Mas, ¿que eran sidra o lagar?:
yo nada sabía. Yo sólo era un
niño contemplando amaneceres.
Jaime hablaba de batallas,
de campos de refugiados y de barcos
con gente viajando a otras tierras.
Entonces yo entendía, y él cerraba
los ojos, nublados por la pena.
“A falta de manzana, fermentemos
yuca”, decía, cuando tomaba
el masato de su mujer peruana.
Ningún suelo borró su extranjería
ni quiso cambiar su bandera
republicana.
Hoy que vuelvo al pueblo, pongo
las manos en el nicho del exiliado
que sólo cambió sidra por masato



DIARIO DE UN INMIGRANTE
Uno quiere de todo, más cuartos y más perdices
y más liebres y luego resulta que no es la plata
ni las perdices ni las liebres lo que interesan,
sino esto, o sea, el corazón y el afecto de verdad.

MIGUEL DELIBES
(Diario de un emigrante)
Duro oficio el traspasar fronteras
y más duro airear los sueños
que no tardan en decir adiós.
Hay noches que carcomen la luz
de las estrellas hasta desgarrar
tu silencio en tres pedazos.
Aquí sólo hallaste algún afecto
y no te invitaron al vino nupcial
que tranquiliza en comunión.
Esta Nochevieja no tuviste uvas
pero el frío cayó curvado
mientras desfallecían tus sueños.
Delibes estuvo en Chile y tú
estás en España, pero ambos
memoran lo bueno del terruño.
Duro es buscarse la vida en otra
parte y duro estar de paso
por tierras que resultan ajenas.


ORACIÓN DEL INMIGRANTE
Señor de mi fe,
te pido que abras el corazón
de los creyentes
que viven en España.
Llegué de lejos buscando trabajo,
mas no tengo visado para esta
realidad del viejo mundo.
Has que consiga trabajo,
con papeles o sin papeles.
Has que alguien recuerde
tu mensaje de amor al prójimo
más desesperado.
Has que me den buenas nuevas
las gentes amables,
sean sindicalistas, poetas,
empresarios o quienes
gobiernan.
Tendré paciencia, Jesús,
porque Tú sabes del pan
que mis hijos necesitan.


PASAJERO DE INDIAS
(Libro cuarto)


(Poema inicial)
PACTO
Jamás como hoy
he estado en posición de firmes,
buscándome a mí mismo
en las válvulas activas del entreser
o en la plenitud del pacto
que no se da abasto
por el lodo sanguíneo
de mi barro mezclado,
también
arteria y rayo que vive de pie
atizando árboles
y hormigas negras
con la música del corazón
o del movimiento
mágico de esta órbita que tiene
mi medida, mi edad
quedándose a tejer la tela
del dolor, mi oreja clavada de tierra
a tierra para colarse sin desvelo
en todas las semillas
que se han vuelto verdes,
como esas mariposas que acompañaban
mi mestizo nacimiento.
Jamás como hoy
no arrastro bíblicas fatigas,
pues pujo sin descanso este desorden
que carga el peso vivo
de mi pequeñez de transeúnte
o pajarillo o abeja
picoteando el punto secreto,
el buenos días de cada cosa
que echa a andar
dentro de la mirada que es mi propio
espíritu con preguntas
para el Dios de cada instante.
Jamás como hoy
la poesía me persigue, me alcanza,
me compele a firmar el pacto
dentro y fuera de mí,
de mi duro oficio, de la acción
de gracias por traerme aquí
hasta partirme en dos
y repartir mis manos o las palabras
que fui puliendo en el camino.
Asturias será mía
aunque más tarde ya no quiera.


TÚNELES
DEL PRINCIPIO

I
De aquí se fue el abuelo.
Vanos anclajes tuvo ese hombre
cuya obligación fue emigrar.
Sus pasos por el muelle
siguen sonando en mi cabeza.
De él traigo bastante: un caudal
de nostalgias rozándome las vértebras
y esta sangre donde desembocan
éxodos de cualquier edad.
Como no oí su voz en la otra tierra,
vuelvo al valle de donde salió
tan desesperado.
Es posible que en las montañas
quede sembrado algo suyo,
huellas que dejaron sus madreñas…
Antes
debo escarbar túneles,
traspasarlos por la grieta del olvido,
quitarles su lecho de musgo
para que así aparezca el paisaje,
sol o niebla sobre el precipicio
mortal de mis emociones, tan antiguas
como la decisión de regresar
al rastro del principio;
niebla o lluvia
que me encierren en sus manos
hasta humedecerme
sin menguar mi piel crecida
en latitudes de delirio;
lluvia o frío que me acojan del todo
para que no sucumba
en el camino y respire lento
o enmudezca
con la pupila pegada
a la memoria de cuanto pasara;
frío o carbón
que sostengan mis caídas
a orillas del pesebre en blanco y negro
donde durmieron los sueños
del adiós en mí sobreviviente;
carbón o viento arrastrándose
dentro de uno
para que queme (o no)
la ausencia.

III
De tanto palpar voy abriendo túneles,
como un heraldo
al que desembarcaron en Castilla
y necesita quemar distancias
con el fondo germinal
de sus anhelos.
Cavo túneles en la estatura
de estas piedras, para
así pasar de largo al valle
más profundo
donde el tiempo sumergido
se confiesa.
Por el vientre de las cumbres blancas
mis cavilaciones reúnen
lo disperso.
Heme aquí propiciando rituales
que apresuran el final
de un destierro.
Si Ulises volvió a Penélope,
yo vuelvo con la pulpa
de tres generaciones.

ORBAYU EN CA’L XABÚ
(Llovizna en la casa del saúco)

I
Mi corazón es huésped de montañas
en cuyos párpados el mundo no caduca
ni deja de ser pura tierra del ojo
que descubre árboles y piedras
mientras contacta con lo desnacido
por estos curvados aires zumbadores.
La llovizna empapa mis recuerdos
como el sol alumbra toda cicatriz
que es raspada por las rotaciones
de otra generación cuya sangre
entiende que el fin no conoce fin
si acepta con gusto la transfusión
de este valle de bosques húmedos,
de esta atmósfera donde se funda
el entusiasmo de sentirme vivo
en medio de castaños infatigables
y mesas dispuestas para la cena
familiar donde comen los llegados.
Llovizna memorable, temperatura
amartillando las células que Dios
intercaló para la metamorfosis
alrededor del acento de mañana.
Se ordeña el cielo sin detenerse,
tal como se columpian las pisadas
de quien luego se acuclilla en paz
con la antigua capital del corazón.
Por siempre la manivela del agua
desova las actuales circunstancias
y se cumplen las horas de guardia
viendo cómo pájaros sedientos
se sacian, cómo se acumulan besos
a niños que permanecen despiertos,
abrazos a quien le falta las palabras.
¡La casa se despliega por la ventana
y ya sobran los detalles del afecto!

II
A mi alrededor ahora llueve finamente,
aunque estoy en otro rincón del mundo
donde mi alma se instala pues nada impide
sentirlo como propio. ¿Cuál deseo interior
va identificando los genes ancestrales?
¿Cómo se extravían sueños y verdades
sentidas? ¿Son interminables las miradas
que sostienen el amor en los cuatro
puntos cardinales? Nadie me responde
cuando fluye el agua del cielo y moja
las raíces de mi memoria: la lluvia
se manifiesta derramando imágenes que
se transforman siempre, sea en la casa
de la infancia o en la casa del saúco
donde ahora me alojo para rescatar
un día en la vida del hombre
y beber la sana sidra embriagadora
sin darle importancia al calendario
o al parte matinal del tiempo. Canta
el agua tras los cristales y sobre bosques
y hierbas que han existido por siglos.
Estalla la tormenta sobre el verde valle
y me reconcilio con árboles y peñascos
que tienen algo de esencial en mi vida.
Mientras, un trozo de aire vuelca viejos
vocablos dentro de estos oídos míos
que escuchan el resurgir de un lenguaje
escondido en la hondura de la sangre.

V
Me extravío por viejos caminos,
por piedras cubiertas de silencio:
grande es la íntima despedida
puestos los pies sobre la tierra
con la religiosa certeza de ser
efímero presente deslumbrado.
Yo explico así la tibia vida,
con los labios en la argamasa
que va levantando la casa nueva,
con la voz lustrosa del encuentro
que salva el fruto final del amor,
con la mano que planta oraciones
para que este otro cuerpo vuelva
después de prolongado viaje.
Debo decir que no basta el aire
ni la palabra pueblo ni las hojas
que permanecen mojadas siempre:
lo mío es rescatar la morada
cristalina donde sabré habitar
el verano mágico de la carne.
El agua da sobrevida al lugar
magnético abonado al ojo
que hurga lo que va recuperando.
Llueve fino en la casa del saúco
y yo manoseo los recuerdos
junto a la sonrisa trascendente
de una mujer que me justifica.
Todo es más vasto para mi alma,
hasta la sombra misma de los sueños

NOCTURNO ALLERANO
Y OTROS POEMAS

NOCTURNO ALLERANO
Se regresa a tierra asturiana para pensar el mundo y la hondura
final de lo que fue el principio. Se transcriben las iniciales de
los ancestros y se mira la brújula de aquellos valles habitados,
el santuario pedernal o la casucha de camineros que confiere
fulgor a nuestras pupilas. Trofeo final sin luz pero con el perfil
imaginado de los que emigraron a un jardín adánico donde se
inició un linaje abierto a la selva y a la aurora de lo nuevo, al
trópico donde la sangre se llena de cruces y milagros.
Se regresa al origen con la mestiza sangre del transtierro, de la
aventura centenaria, de la travesía hacia voces que ya no
pueden dar respuestas. Al crepúsculo se siente el pequeño Atlas
de Cabañaquinta: las luces en fuga para auscultar el corazón,
desplazados los sepulcros para que se enhebren todos los afectos.
Deja de rugir el río Aller para que así podamos oír el eco de los pasos
que nos visitan la noche entera, cambiando los relojes para el
insomnio, la utopía y el llanto. El alfabeto de la selva se mezcla
con el bable de las montañas en una alquimia que delata un
amor enhechizado. Se regresa para beber del enigma y trasmutar
las almas. Se regresa para soltar luciérnagas por los húmedos
bosques del vínculo sagrado. Se regresa para llevar alguna
piedra que a la vuelta sirva para apretar el vagido mineral de la
familia que se ha recuperado.
La noche resplandece en nuestro corazón mostrando raros espejismos
y una copa litúrgica que, ciegos, nos hace transitar por montes
de todas las cábalas, por ojos prisioneros del hambre, por el
barco de la travesía, por cartas conmovedoras…
Ahora es tiempo de clausurar orfandades. Abrimos la ventana para
que entren las luciérnagas migratorias y permitan que -en el
oxidado espejo- vislumbremos el rostro de los ausentes. Noche
cómplice porque la nostalgia si que nos pertenece.

ATARDECER EN PRUVÍA
La emoción sobrepasa al oro
porque palpita y no disimula nada
cuando la mirada cubre toda
la tierra prometida,
desde Pruvía hasta la Prindá.
Llegué del último destierro
a estas altas hierbas y al brindis
del nunca más olvido.
Y mientras el sol
se esconde de mi universo,
yo anoto los verdes
bajo fresnos y ciruelos
de la cabaña que me hospeda
como desde atrás del tiempo.
Lo demás
mañana seguirá fluyendo
por mis venas.

FOCES DE RUAYER
El agua de las peñas
moja mi cuerpo
y, de repente, nace
un río que llevo hasta
los labios, como
una porosa verdad
domesticada por la piedra.
Estoy con la musa de los pájaros
por este templo del agua
donde la esperanza resucita
como reserva sagrada.
En verdad deseo
que no se agote tan bello
himno natural.
Al marchar del paisaje
enamorable, dejamos todo
tal como estaba.

(Poema final)
NUEVO PACTO
Nieto soy de un indiano pobre
cuyos huesos quedaron en Perú.
Mas sepan que mi palabra
trae calor a esta tierra,
pues vuelve con savias de trópico
y sangre nueva.

CÁNTICOS
DE LA FRONTERA
(Libro quinto)

(Poema inicial)
CADA LÁGRIMA EN SU LUGAR
Colóquese
cada lágrima en su lugar,
porque el mundo está un desorden
y arroja margaritas a los cerdos
mientras naufragan
los desesperados.
(Guerras allí, hambres más allá).
Derrota tras derrota,
la desesperación
no renuncia ni un instante
y suplica ayuda
para reescribir la historia
del lobo,
del hombre que sorteó diluvios
con tal de esculpir su figura
en la ceniza.
(Leyes aquí, persecuciones allá).
Pero sigue oyéndose
un eco de dos mil doscientos años:
Lupus est homo homini, non homo,
quom qualis sit non novit. Lupus


II
Que nunca se cierren los caminos
ni prevalezcan
los gendarmes.
Pienso en vosotros,
caminantes del desierto,
hombres que no se amilanan
ante las distancias.
Pienso en vosotros,
desesperados trajinantes de nieves,
selvas, ríos, páramos y mares:
no existe viaje irrealizable ni puede
la melancolía acabar
con vuestra meta.
Pienso en vosotros,
trepadores de alambradas: cayendo,
levantándose, resistiendo inclemencias
con el nervio vivo
vibrando por días propicios.
Que nunca los hombres se parapeten
en sus apacibles dominios.


IV
Cantaba cumpliendo los mandatos,
queriendo ser mejor hermano,
esforzando su voz invulnerable al vaho de la intriga.
Cantaba para no ser encarcelado por el destino,
para confirmar que la tierna música endulza las parábolas
donde asentaba su alma, para refugiarse
en los varios acentos que había heredado.
Cantaba en las estaciones dolorosas,
en los tristes orfanatos,
en las plazoletas del viejo testimonio.
Cantaba bajo vientos helados
y bajo lluvias que le obligaban a compartir sus aguas.
Cantaba por altas vegetaciones
y por otros paisajes hechos suyos no al azar.
Cantaba;
tenía que hacerlo:
el canto era para él una ofrenda sonora de su espíritu


VI
Amada extranjera,
sentí tus labios
y se hicieron nuevos
los cánticos antiguos


VIII
Escucha tú, firmante del Tratado de Límites: yo deploro tu
conducta y las mil condiciones que prolongan atropellos.
Me rebelo, no por la paz así conseguida, sino por permitir
la construcción de nuevos puestos fronterizos: antes yo
ponía el pie al otro lado y me sumaba al festín de los
vecinos. Y si comía abundantemente en una orilla, la
siesta la hacía al otro lado. Trabajaba aquí y allá. Hablaba
su idioma como si fuera el mío. Daba serenatas a doncellas
encantadoras… Ahora tu firma ha traído desorden a
mi existencia: me golpean las malezas, me abruman las
sirenas, me lastiman los salvoconductos…


X
Mayores traslados habrán, porque como corren los ríos así pasan
los hombres todo monte o vallado. Sequías habrán si prospera
la impiedad que zarandea correctas conciencias. Incendios
acobardarán el pecho de la tierra. Faltarán las fuerzas y se
impondrá la confusión partiéndose los pueblos unidos desde
antiguo. Amedrentados deberíais estar.

XIV
¡Ya no existe la Raya donde otrora
los viajantes se angustiaban!
De pronto no existen tiempos duros
ni gritos dando el alto.
Hoy escucho el otro idioma, traduzco
sus resonancias, el cuánto por hacer
y aquellas tradiciones cancelándose
en derredor.
Ya no miro la Raya: la siento
cual cicatriz y senda despejada
donde repartir abrazos
o gestar cercanías que repercutan
pecho adentro.
¡Adelante, pues, sembrando querencias
con la liturgia de las manos extendidas!
¡Adelante, pues, dilatando el corazón!


(Poema final)
FORASTERO
Tierras duras, ¿dónde un hueco para este paria
que no se resiente ni a la menoscuarto? ¿Dónde
un catre roto para tiritar lento otra amanecida?
¡Aquí acudo, mis murmuradores! ¡Aquí perforo
la tela en pos de trashumancias! ¡Aquí, pisando
cepos, trastabillo y aprieto los dientes y hambreo
hasta roer la piedra! ¡Aquí resiembro espinas
que me torturarán más allá de la extremaunción!
¡Sí, gentes huidizas del abrazo o del desangre,
vine para deambular por el hedor de la basura!
Tierras duras, ¡ni baratijas traigo ni lujos pido
al hosco secano de vuestro corazón! Amados
prójimos, ¿por qué huyen de mi faz mendiga?
¿Mías las fronteras, los visados? ¡Nada es mío
salvo el horizonte boreal no sujeto a la muerte
o la aguja que de continuo taladra el minutero!
Tierras duras, tierras empinadas por los siglos,
¿dónde unos granos de trigo?, ¿dónde el zumo
de dulce viña? ¿Dónde un colchón de paja vieja
para posar mi día cardal o mi fatiga sin brecha?
¡Creo en el maná que veo en la mano del Amor!

Y EL CÓDICE DE POEMAS
SE HIZO LIBRO
EN LA CIUDAD DE LOS REYES
Se
trata                                               sentir.
de no hablar en el vacío sino de sentir y
  Se trata de apuntalar esperanzas, de
    que tu casa ofrezca hospitalidad.
………………………………………………………
Ya
podrá
cantar
la muerte,
pero en la
punta de esta
playa, nosotros
abrimos el corazón.

 © Universidad de San Martín de Porres

El septyimo cielo en los ojos n°60