ARGENTINO
Azul
a mi hija
Romina
Un silencio azul, en un jardín azul de una sala
azul.
Veinticinco azules fatigan su inocencia
en los recodos de una mesa.
Una maestra azul nos presenta en sociedad.
Yo desembolso mi guitarra inesperadamente azul
y procreo melodías de tortugos y marinos.
Las manos azules aplauden la irreverencia
de fusas y corcheas bailando pentagramas.
Mi mujer prepara un arsenal de cuentos
invadiendo el territorio de azules fantasías.
Ellos se entregan a los delirios
de un caniche, que perdió su azul en una plaza.
La maestra invita a despedirnos
con un mimo de gargantas.
Veinticuatro chicos agradecen con el azul de
sus cristales
mientras Romina moja de azul dos esbozos de
mejillas.
Afuera, el negro de la tarde nos recibe
nuevamente.
(Del libro “Tiempo dolorosamente resignado”,
Ed. “Generación Abierta”, 1989)
El último aliento
al recuerdo
de mi padre
El viaje sin retorno te llevo por los suburbios
para elevar tu nombre en las arenas de Keops,
Kefrén
y Micerino.
Hay una danza de fuelles llorando en los
balcones
y una tribu de rostros que suplican por tus
manos
salvadoras.
Tu ausencia es un diluvio con navegantes
heridos.
De Sodoma y Gomorra, de la Biblia y los Mayas
la sangre de tu voz estalla en los cristales.
Hay un vientre cerrado con la muerte.
Un espejismo cruel acechando los designios en
cada
partición de las miradas.
Hoy retomo la leyenda unida a mis ojeras
la vida guarda en sus escamas un lunar para los
sueños.
Te fuiste, viejo sabio. Se ha roto el día en
medio
de
la lucha.
Te fuiste. La llama estuvo intacta hasta el
último aliento.
(Del libro “Tiempo dolorosamente resignado”, Ed. “Generación Abierta”,
1989)
Vigilia
a mi hija
Juliana
Juliana espía desde la cornisa
con sus ojos de rastrillo y la sopa
de
invierno.
El latido de una hija nos contiene
en el
andamio.
(Del libro “La anunciación de
la partera””, Ed. “Generación Abierta”, 1992)
La Caida
Uno retiene las
cosas
para llamarlas por
su nombre
pero no es el
nombre
lo que predispone
al vacío.
Uno precipita con
sus ojos
la caída del mundo
para inventar
otras regiones
que nos devuelvan
lo perdido.
Pero ¿Quién se
esfuma
por las blancas
colmenas
como una mujer
perturbada
por los comensales
en ruinas?
La memoria en
llamas
invade otros
tiempos.
VII
No era cuestión de perder el tiempo
en erróneas conjeturas.
La soledad de la infancia
nunca admitió liviandades.
De ese furor por desentrañar
los nudos de la vida
una madeja siempre caía
al pozo ciego más insospechado.
Lineas de Fuga
No hay un orden
cuya transparencia
se someta a
nuestro juicio.
Lo pensado o lo
impensado
lo abstracto o lo
concreto
son formas
manifiestas
de arribar a las
desnudas
curvas del deseo.
Por eso, con el
primitivo
asombro de quien
no sabe
vemos más allá de
las líneas
de fuga, y
comprobamos
que la certeza es
una gota
difusa que cae
lentamente
en la plenitud
de dos cuerpos
abandonados.
II
¿Qué recordamos cuando
recordamos
la imagen real o la imagen
distorsionada?
¿Qué es lo real? ¿Qué es lo
distorsionado?
Los muertos dejan al partir
sólo su propia vida
es decir, un legado inconcluso
de triunfos y derrotas.
Los otros —siempre los otros—
se encargarán con los años
de convertir esa historia
de bellos renunciamientos
en una obscura suerte de leyenda.
VI
En las noches de verano
salíamos a la puerta de calle
para ver como soportaba
la gente, el calor de la civilización.
Aún creo desde la ignorancia
lo que pensaba por entonces:
el calor de la casa contamina
menos, duele menos
que permanecer a la intemperie.
III
Nunca sabremos con total certeza
cual fue el ojo de la mirada
que cautivó nuestros sentidos.
Tampoco será fácil reconocer
el ojo que condenó a perpetuidad
estos rutinarios actos.
Lo que sí corroe con furia
los bajos fondos del alma
es esta libertad a medias
a que nos condujo ciegamente
ese ojo, esa mirada.
IX
Toda la calma del mundo le pertenecía
a la abuela. Lo supe desde muy temprano
cuando en esas densas mañanas, de
olores
indefinidos, con la neblina del sueño
aún instalada en mis ojos, la espiaba
yendo y viniendo por las amplias
habitaciones de la casa.
Ella le hablaba a las plantas, quienes
dócilmente crecían a su antojo, a la
vieja
máquina de coser, quien con su gracia
lograba remendar hasta los pecados
más atroces del alma, a los frescos
alimentos
con los cuales acostumbraba crear
un sin fin de sabores, destinados
al paladar de los infaltables
parroquianos.
Toda la calma del mundo le pertenecía
a la abuela. No era la calma habitual
-la destinada a los simples humanos-
a ella le estaba reservado, el don de
la sabiduría.
(Del
libro “Bajos fondos del alma”, Ed. “Generación Abierta”, 2002)
La vida real
La vida real es un
desgastado
sacerdocio.
En las altas ciudades, miles
de fieles confinan sus almas
para apaciguar el fuego de
la carne
la dorada caridad de la
limosna
el religioso orden de los días
por venir.
Habíamos dejado todo en
manos
de los dioses, la deidad de
la
cuaresma y los santos
evangelios
éramos buenos y santos y la
tierra
del paraíso nuestro más
preciado
bien.
Pero tú, que renegaste de
dogmas
y costumbres y elegiste la
libertad
a ciegas a los prometidos
reinos
de la sabiduría, hoy deambulas
por la
espesa niebla del ocaso
con la cabeza gacha
y las manos atadas a un
dudoso banquete.
(Del libro “Calles asiáticas”, Editorial Plus Ultra, 1996)
Los amantes
Dicha y ocaso, gravidez de
los rituales.
Línea oblicua del amor en
las maletas del viajero.
Los perros ladran su
tormento en las trenzas de la
/dama.
Hueco de rencor, antiguos
maleficios.
¿Quién ha robado los
bastones del ciego
buscando luz en las
tinieblas?
Nadie separa nuestros
cuerpos de la tierra
pero ellos, los amantes, no
esperan el orgasmo
para saciar su sed de cruzas
elegidas.
(Del libro “La anunciación de la partera”, Ed. “Generación Abierta”, 1992)
Silla Vacía
De cara al sol nuestra historia
reconoce sólo una parte de la silla.
Esa vaciedad que ha quedado grabada
en la raíz de los espejos, torna lúgubre
el candor de los espías
miserables corazones
que se esconden al despertar
de la noche.
Más allá de la crepitud del infierno
los huesos dormidos se reconocen
tiesos y escaldados.
En esa habitación un hombre
se deja morir día tras día.
Muchos de esos seres hoy
también se aventuran a pernoctar
en el olvido.
Se despiertan por las mañanas, toman
un sorbo de café e imaginan
que la plenitud de la belleza
está del otro lado de la tierra.
La otra oscuridad
La otra oscuridad es este pacto labrado
con los sórdidos impostores.
¿Quién transformó los harapos calcinados
en la ensoñación de los dementes?
La rebelión de la piel es un atenuante
a la mentira.
Nosotros, los blancos atrincherados
en las bujías de plomo
descosemos las blusas amarillas
de la mujer amada y reciclamos su aroma
así como otros reciclan las miserias
más humanas.
Este es el estado de las cosas
la fragmentada disolución del alma
en la carne de los desenterrados.
Quizá por eso, este amor con gangrena
sacude a los amantes y nos traslada
a Notredam, allí donde el viejo jorobado
se recompone en los campanarios de plata
y vislumbra enajenado las cuentas pendientes
que en algún momento se ha de cobrar.
Cuatro razones para
explicar un final
No hay cuatro razones que sirvan para
explicar un final.
Las cifras matemáticas sólo le atañen a los
científicos
de cabeza rapada hasta los sesos, a los
estadistas
preocupados por el destino de un país, a los
maestros
amotinados por años en un claustro, intentando
explicar
lo inexplicable.
No. El final que nos ocupa presupone otras
cosas
la palidez de un rostro aprisionado en las
paredes
sacerdotales, la maliciosa perspicacia del
marasmo
en un comienzo que fue indefinido, el doloroso
paso
a esa extraña aventura que es el amor.
Ella, de niña, escribió cuentos para que su
madre
imaginara que las hadas del paraíso no habrían
de
pervertirse con el tiempo, pero esto fue en vano
como era previsible, la ingenuidad esconde
oscuras
intenciones, mercados de liebres atosigadas
por los
hoscos marinos del trópico, injurias
premeditadas
por los tramposos duendes de la primera
inocencia.
No hay cuatro razones que sirvan para explicar
un final
pero esta delgada y maldita ausencia pesa más
mucho más, que este duro oficio de vivir.
El orden de
las cosas está en la lejanía.
La mirada
A Joan Miró y
su obra “Una mujer en la noche”
Esa pesada carga del deseo
purifica la razón del violinista.
Ella sabe que el virtual descubrimiento
pasa por sus ojos
allí donde los monstruos más sagrados
atormentan el caldo del cartero.
Imperfecta y deleznable
su piel amarga restituye
al visionario de Manhattan.
Por ella, el Mar Mediterráneo ahogó la voz
del depravado, una tarde de abril
en Buenos Aires.
Esa pesada carga del deseo
transpone fechas y ciudades
heredera del silencio, el primer grito
partió de su incestuosa pupila.
Siempre fue así y ella lo intuye
desde el calvario de Otelo y Desdémona.
Una mujer en la noche
piensa como pulverizar la mirada.
Los
comedores de patatas nos contemplan
como vigías
encubiertos.
XIII
Esa dulce muchacha que reía
y le hablaba a los pájaros
(“La vida es bella…”)
callaba cuando ellos
dejaban de cantar.
Una mañana los vio morir
al costado de un árbol caído.
Nunca más se supo de ella
pero corría el rumor
en el barrio
que en un loquero de Barracas
ella inventaba pájaros
para seguir ejerciendo
su antigua manía.
También se comentaba
que les susurraba
una y otra vez:
“No hay nada más amargo
que el sabor de la derrota”.
XX
La casa donde reposan los
recuerdos
no reconoce dueños ni pertenencias del pasado.
En su entraña se cobijaron
historias vividas y no vividas
allí nacieron cuentos de hadas
voces parciales de un drama
creado a imagen y semejanza
de un héroe de fantasía.
Alguien debería narrarnos hoy
otros espejismos, para saber
que conjeturaban el lobo
el villano, la bruja de alcoba
sobre esos mezquinos relatos.
La casa donde reposan los recuerdos
es una deuda pendiente, un sueño inconcluso.
Ellos son
el desarraigo, el desamparo
Los
Comedores de Patatas *
El orden
de las cosas está en la lejanía.
Los
comedores de patatas nos contemplan
como
vigías encubiertos.
Ellos
son el desarraigo, el desamparo
de esos
días, las ranas quemadas en el pan
de fuego.
Hay una
crudeza inexplorada en la crudeza
del aire.
Cabizbajos,
extraemos el pasto crecido
de las
venas del tuerto.
Es un
acto de tortura ver pasar la vida
de los
otros con la certeza de lo ya visto.
·Sacado de una obra de Van Gogh
“Cientos de Retratos”
“Revoloteaba la mosca y
se estremecía el mundo.
Ya no revolotea la mosca ni tampoco se
estremece el mundo”.
L.R.C.
Hoy comienza el viento nuevamente
a soplar con su firmeza silenciosamente
y se lleva rastros del pasado
voces, risas y murmullos añorados.
¿Cuál es la verdad de lo vivido
si mi alma lleva adentro
cientos de retratos?
¿Cuál es el torrente misterioso
que nos trae nuevamente
la sin razón deseada?
Gira el mundo gira con su magia
con sus luces y sus sombras
e historias descarnadas.
La lluvia trae resabios
de otros tiempos
amores fragmentados
el mundo sigue andando, así.
Hoy comienza el viento nuevamente
a soplar con su firmeza
tantos versos desgastados.
Y me acerca el aire de lo nuevo
que respiro lentamente
en el nuevo año.
¿Cuál es la verdad de lo vivido
si mi alma lleva adentro
cientos de retratos?
¿Cuál es el torrente misterioso
que nos trae nuevamente
la sin razón deseada?
*Letra y música: Luis Raúl Calvo
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
Poema XIV
Existem momentos distintos
para poder chegar
ao conhecimento da vida.
Naqueles días
a luz era luz
a escuridão, escuridão
o paí e a mãe
seres sem tempo nem memoria.
Devem ter acontecido coisas
crescer fingindo não ver
os pesares do dia-a-dia
talvez uma das formas
mais penosas do olvido —
compreender que nem a luz
nem a escuridão, nem os pais
se parecem com essas primitivas
sensações.
Recoordo-os hoje, quando a bruma
se torna inapelável aos sentidos.
Hoje, que a luz é apenas escuridão.
Poema XXII
A casa onde repousam as lembranças
não reconhece donos nem pertences
do passado.
En sua entranha se refugiaram
histórias vividas y não vividas.
Ali surgiram contos de fadas
vozes parciais de um drama
criado à imagem e semelhança
de um herói de fantasia.
Alguém deveria narrar-nos hoje
outros espelhismos, para saber
que tramavam o lobo
o vilão, a bruxa da alcova
sobre estes mesquinhos retratos.
A casa onde repousam as lembranças
é uma dívida pendente, um sonho inconcluso.
Antiga Soledade da Casa
Há que perpetuar-se
no espaço inabordável
à razão.
Na espera marginal
do silêncio
a extensão de sua voz
plantará raízes
e o sonho da morte
ocupará os restos
de uma terra fértil.
Nesta zona, inabitável
pelos desejos
a gestação do hóspede
preencherá o vazío.